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El Tarareo: Una Melodía para Ocultar lo Insoportable

Tarareamos sin pensar, como si fuera un simple hábito. Pero a veces, detrás de esa melodía repetitiva, hay algo más: la necesidad de no escuchar lo que realmente nos incomoda.

Imaginemos una escena cotidiana: alguien camina por la calle, con la mirada perdida, y de pronto empieza el tarareo, una melodía sin letra, casi como un murmullo automático. No hay un público que escuchar, ni un propósito consciente detrás del acto. ¿Por qué lo hace? ¿Qué se esconde detrás de ese gesto simple, repetitivo, casi infantil?

tarareo en pareja

El tarareo, en su aparente inocencia, puede ser una forma sutil de ocultación mental. No es solo una melodía flotando en el aire; es un muro sonoro, una cortina tenue que separa a la mente de aquello que le resulta insoportable. Cuando tarareamos, creamos un pequeño refugio acústico que nos protege de pensamientos intrusivos, recuerdos incómodos o verdades que preferimos no enfrentar. Es como si la mente dijera: “No quiero escuchar esto otro, así que me escucho a mí mismo.”

El Mecanismo del Tarareo: Más que un Hábito

El tarareo funciona como una forma de disonancia cognitiva musicalizada. En lugar de confrontar un conflicto interno, lo disolvemos en una melodía sin sentido. Al ocupar el espacio mental con un ritmo repetitivo, desactivamos la incomodidad. Es un acto de evasión, pero uno que pasa desapercibido, porque nadie sospecha de quien simplemente tararea.

Esta acción recuerda, en cierto modo, a la filosofía de Schopenhauer, quien veía en la música la expresión más pura de la Voluntad. Pero aquí la música no es la manifestación de un deseo profundo, sino todo lo contrario: es un intento de silenciar lo que no queremos oír, un antifaz sonoro para la angustia.

tarareo en solitario

El Tarareo y la Negación Existencial

Tararear puede ser una forma de negar algo sin necesidad de palabras. Cuando la realidad se vuelve demasiado cruda —el miedo, el dolor, la incertidumbre— la mente elige un mecanismo simple para decir: “Esto no está pasando.” Es una negación, pero no activa como el olvido deliberado. Es más pasiva, más orgánica, como una defensa que surge sin que la invoquemos.

En este sentido, el tarareo se convierte en un acto filosófico involuntario. Es el eco de una mente que lucha por mantenerse a flote cuando las aguas de la conciencia se agitan demasiado. Una melodía sin letra que, paradójicamente, dice más de lo que calla.

Conclusión: La Melodía de lo No Dicho

La próxima vez que te encuentres tarareando sin razón aparente, detente un momento. Pregúntate: ¿Qué estoy evitando escuchar? Tal vez descubras que ese gesto inofensivo es, en realidad, una pista de algo más profundo. Porque a veces, lo que no queremos ver, se esconde en la música que no podemos dejar de cantar.

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